viernes, 31 de enero de 2014

LA ATLÁNTIDA


Agua, agua y más agua... así era mi vida, hasta que me hice señor de una gran isla para poder pisar la seca tierra de vez en cuando ¿o acaso no merezco un descanso cada cierto tiempo?

Ahora mismo no recuerdo muy bien donde estaba, hace tiempo que se hundió bajo los océanos, pero me suena bastante que que quedaba a la altura de Huelva, como afirman bastantes expertos hoy en día...

La geografía de la mi isla es escarpada, a excepción de una gran llanura de 3000 por 2000 estadios, más o menos, en la que nació del suelo Evenoruno de los primeros habitantes de la isla, de cuya hija (Clito) me enamoré. 

Pese a estar casado con Anfitrite, tuve 10 hijos  con Clito, y es que en aquella época no había otra cosa que hacer pues no existía ni la televisión ni el móvil. A mis 10 hijos les dividí la isla en sus respectivos 10 reinos y en honor a mi hijo mayor llamado Atlas, la isla entera fue llamada Atlántida y el mar que la circundaba, Atlántico.

Favorecida por mí, la isla era abundante en recursos. Había toda clase de minerales, destacando el oricalco que era más valioso que el oro. También había grandes bosques que proporcionaban ilimitada madera; numerosos animales, domésticos y salvajes; y copiosos y variados alimentos provenientes de la tierra.


Tal prosperidad dio a los atlantes el impulso para construir grandes obras. Edificaron sobre una montaña una espléndida acrópolis plena de notables edificios, entre los que destacaban el Palacio Real y el templo de Poseidón. Los muros estaban hechos de roca roja, blanca y negra sacada de los fosos, y recubiertos de latón, estaño y oricalco.